Desde el último “altercado”, cuando “se desplegaron” numerosos “efectivos” y lo llenaron todo de esas bandas blancas con rayas rojas, es difícil ver a los chicos (al gordito de la cresta verde y cazadora negra, al de pelo de cepillo pegado al móvil, a la chica de melena rosada y tatuajes y portentosa voz gutural que le abre el paso, a la de la cabeza rapada y media cresta rubia platino, al Bryan Miguel, de Senegal, que viste siempre chándal blanco a rayas negras) más allá del perímetro invisible que separa los edificios del barrio, apretados, a medio encalar, de siete u ocho plantas, de la manzana prohibida donde se yerguen ayuntamiento, tribunales de justicia, catedral, biblioteca y museo de historia de la ciudad. El barrio los contiene. Se trata, de este modo, de evitar nuevos “sucesos desagradables” que alteran la convivencia pacífica de los vecinos y el normal desarrollo de las actividades económicas. Por su propia seguridad.
Como siempre ¡fantástico!!, y no es cariño de amiga, me gusta, y cuando no sea así, también te lo diré ( aunque no creo que se de el caso).
Sigue así
Mx.
Tu percepción de la realidad queda plasmada magistralmente en la pantalla. Tu forma de describir es exquisita, especial. Un placer poder leerte. Gracias.
Gracias por tus palabras, Patricia. Escribo para expresarme, pero también para infundir sensaciones en el lector. Me alegro de que este microcuento te haya «hablado.»