DE REPENTE, PÁJAROS

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Le contrarió al hombre la perspectiva de llevar al hijo de cumpleaños en domingo justo al Karting situado en la misma avenida del mismo barrio donde cada mañana, desde las seis y media, debía personarse en el bar que llevaba regentando unos doce años para despachar cañas y bocadillos de serrano y manchego a los trabajadores de Neumáticos Roar, a los empleados de Dorta e Hijos Venta de Repuestos Automovilísticos Nuevos y Usados. ¿Cómo decirle que no a un niño?

Le tocó la cabecita a la cumpleañera; dio gracias por todo a desconocidos; tocó más cabecitas; prometió recoger al hijo a la hora establecida. Consultó el whatsapp. Sin novedades. ¿Qué iba a hacer en esa hora? Ya podría durar más el cumpleaños… Quedaba lejos el centro, con sus parques, sus cafeterías modernas, su paseo marítimo tomado por perros y gente corriendo en mallas negras y rosas.

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Agradecimiento a Juan José Delgado

Abajo he copiado el enlace que lleva a la reseña que de Mundo Volátil ha escrito el novelista, crítico, profesor de literatura española de la Universidad de La Laguna y miembro de la Academia Canaria de la Lengua, Juan José Delgado, para la Revista Literaria de la ACL.

Mi agradecimiento por el ahora y el antes, que explica tantas cosas.

Que lo disfruten.

Dos niños y un perro. Felices.

 

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El plan marchaba tal y como lo habían planeado.

Cuando a los cinco años de haberse conocido ella le explicó que en ocasiones sentía que ya habían agotado sus reservas de comentarios sobre la fotografía, los viajes y el teatro, y que, en ocasiones, sólo en ocasiones, no sabía de qué más podían hablar, él le replicó que sí, que tenía toda la razón del mundo y que le pasaba lo mismo. Entonces ella sugirió que tal vez, sólo tal vez, era el momento de buscar el primer hijo. Insistió en que, de esa manera, tendrían nuevo tema de conversación para los próximos cinco o seis años. Él le replicó que tenía toda la razón del mundo y que consideraba su idea como una gran idea. El primer hijo llegó y, tal y como lo habían planeado, tuvieron tema de conversación durante los siguientes cinco o seis años.

Cuando a los seis años de haber tenido a su primer hijo ella le explicó que en ocasiones, y sólo en ocasiones, sentía que sus conversaciones sobre las primeras palabras del niño, sus primeras grandes proezas, sus gracias y sus pedorretas habían perdido el encanto de los comienzos y que no sabía de qué más podían hablar, él le replicó que sí, que a él le pasaba lo mismo. Entonces él sugirió que tal vez, sólo tal vez, era el momento de buscar al segundo hijo. De esa manera tendrían temas de conversación para los siguientes cinco o seis años. El segundo hijo llegó y, tal y como lo habían pronosticado, tuvieron tema de conversación durante los siguientes cinco o seis años.

Cuando a los seis años de haber tenido a su segundo hijo ella le comentó que en ocasiones, y sólo en ocasiones, sentía que sus conversaciones sobre las primeras palabras del segundo niño, con sus proezas, gracias y pedorretas, habían perdido gran parte del encanto de los comienzos y que no sabía de qué más podían hablar, él le replicó que, en lo que le concernía, le pasaba lo mismo. Entonces ella sugirió que tal vez, sólo tal vez, era el momento de tener un perrito que les alegrara los días. Así podrían hablar de cómo iba creciendo el perrito; de sus gracias y pedorretas, de lo mucho que acompañaba y ayudaba a pasar los tiempos muertos… El perrito llegó y, tal y como lo habían planeado, los nuevos temas de conversación ya duraban otros seis o siete años.

Cada noche, al acostarse, ella le confesaba que se sentía muy feliz, a lo que él replicaba que no podía estar más de acuerdo, que se sentía, si cabía, aún más feliz que ella y que no podía evitar preguntarse si era digno de merecer tanta dicha.