En realidad: apuntes sobre «Barrio perdido» de Patrick Modiano

 

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He leído novelas policíacas toda mi vida y si tuviera que escoger un autor del género, sería Ambrose Guise. Debo tener unas ocho o diez de su colección en la biblioteca. Confieso que hace tiempo que no las releo -tal vez tema en secreto que, si lo hiciera, no las encontraría tan estupendas como la primera vez-, pero las asocio con esas primeras lecturas de juventud y me gusta pensar que influyeron en lo que vino después.

Hará como unas dos semanas que me dio por acercarme a la biblioteca de mi pueblo en busca de alguna sorpresa. Mi amiga, la bibliotecaria, parece conocer mis gustos literarios porque siempre acierta con sus recomendaciones. Esa vez la obra que escoge para mí es «Barrio perdido», del escritor francés y Premio Nobel de Literatura 2014 Patrick Modiano. Había oído hablar de él pero no habíamos coincidido. Leídas las primeras páginas, supe que seríamos amigos y que me acompañaría en mis viajes de ida y vuelta a Bilbao y, por las noches, en mis viajes de ida a la cama.

Al poco de comenzar a leer, y para mi sorpresa MAYÚSCULA, me entero de que el nombre del narrador es el mismo Ambrose Guise y que, en efecto, afirma ser escritor de novelas policíacas. No salía de mi asombro: de modo que a este Modiano también le deben gustar las novelas de Ambrose… No puede ser una coincidencia. ¿Por qué, de entre todos los autores ingleses del género policíaco, escogió ése y no otro?

Sigo leyendo y algo más adelante, nueva sorpresa: Ambrose Guise no es quien dice ser. ¡Es un seudónimo! Su nombre real, o de pila, es Jean Dekker, y no es inglés sino francés. Parisino, para más señas. En la novela de Modiano, Ambrose desembarca en París tras veinte años de ausencia con el pretexto de firmar un contrato por cesión de derechos de autor a una editorial china. Podía, como él mismo afirma, haberlo firmado por correo sin moverse de su casa de las afueras de Londres, pero necesitaba una excusa para regresar a París. Tan pronto pone los pies en el aeropuerto y, más tarde, en las calles de París, Ambrose Guise nos va dando pistas de que no siempre fue el mismo. Acaba por desembuchar: no sólo su nombre, por el que ya es reconocido, es falso, sino que, si se marchó de París veinte años atrás, fue porque le convenía. En su vida anterior a la de novelista, estuvo implicado en un asunto turbio, uno de esos casos de los que se hacía responsable «la brigada antivicio.» El asunto, como en toda buena novela policíaca, no se desvela hasta el final -y no lo voy a estropear ahora-, pero, cuando lo hace, tienes la sensación de que da igual, de que a este Modiano lo que le ha interesado contar es otra cosa. Confieso que me decepcionó un poco esa falta de fé en los postulados tradicionales del género y hasta llegué a cogerle manía por lo que tomé como una falta de consideración al bueno de Ambrose.

Al finalizar la lectura de «Barrio Perdido» no podía dejar de comprobar ciertos datos. Busqué en la biblioteca los volúmenes de Guise. Cogí uno y leo en la información biográfica de la solapa: Ambrose Guise (York, 1940 – París, 1981) es autor de novelas policíacas. Se dio a conocer en 1963 con la publicación de —-. En esta colección se han publicado los títulos —-. ¡Qué curioso! Según la editorial X, el Ambrose escritor emprendió el camino opuesto al Ambrose personaje de «Barrio perdido.»: del Reino Unido a Francia, donde murió, prematuramente, de un infarto.

No conforme con esto, busco más referencias en Wikipedia, que algo sabrá, pero no. No hay ninguna mención de ningún Ambrose Guise. Pruebo con Jean Dekker. Nada. Por lo que respecta a nuestro moderno mundo tecnológico, Guise y Dekker nunca han existido. Debemos concluir que sólo han sido personajes de ficción.

Vuelvo al volumen de mi colección. Ya no estoy seguro de nada. ¿Y si Ambrose Guise fuese en realidad Patrick Modiano? Tal vez se avergonzara de las novelas que tenía que escribir para seguir adelante y, como cura en salud, decidió inventarse ese nombre y fingir que había muerto. Si lo había hecho Jean Dekker, unido para siempre a una ciudad que tampoco era ya la misma para el rutilante escritor británico, una ciudad extranjera y extraña, ¿por qué no le iba a interesar al autor francés que su predecesor estuviese bien muerto y enterrado?

Me voy a la cama pero me cuesta dormir. Me asaltan locuras como que Patrick Modiano es, en realidad, un seudónimo para encubrir un nombre muy poco comercial; que la bibliotecaria, en realidad, no es una amiga ni me conoce de nada; que si una vez tuve que viajar a Bilbao a diario, me parecen tan lejanos esos viajes que, en realidad, es como si hubiera sido otro el que iba en esos trenes…

 

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