¿MODELO EDUCATIVO DE SINGAPUR? VA A SER QUE NO

Tras ver el reportaje que La Sexta emitió en la noche del pasado jueves 10 de mayo sobre la educación en Singapur como principal apuesta del pequeño país asiático y modelo exportable a todo el mundo, quisiera compartir algunas reflexiones.

Empecemos por los datos que considero más positivos. Empecemos por las cuentas, que, por lo visto, tan bien se les dan a los muchachos del Singapur del presente y del futuro. Se nos dice que la inversión que el país destina a educación es del 20 %, frente al menos del 10 % que le dedica España. Si las matemáticas no me fallan, eso significa que invierten más del doble que nosotros. Sigamos. Un profesor de primaria (¡de primaria!) cobra un sueldo equivalente a lo que cobraría un ingeniero aeronáutico o un abogado. Además, al profesor se le respeta dentro y fuera de las aulas. Se aprecia su labor como garante del futuro de las nuevas generaciones. Cuando el profesor entra en el aula, los alumnos se levantan y lo saludan a coro. Sin llegar a tanta ceremonia, explicable por la cultura y tradiciones de países como el que nos ocupa, mostrar algo más de respeto hacia los profesores españoles no nos vendría nada mal. Un respeto general, que proceda del conjunto de la ciudadanía y no sólo del alumnado. Digo yo que, entre el excesivo ritual asiático, y la actual situación de vulnerabilidad del profesorado español, expuesto a agresiones físicas y verbales casi a diario en numerosos institutos de nuestra piel de toro, incluidos los intentos, por suerte fallidos, del gobierno para culpabilizarlos en exclusiva por los pésimos, y ya familiares, resultados cosechados por nuestros alumnos en los continuos informes PISA, cuyos criterios, por otra parte, ya han empezado a cuestionarse por especialistas, aunque no lo dijera el reportaje de La Sexta, digo yo que, entre ambos extremos, algún punto intermedio habrá. Por último, no puedo pasar por alto mi fascinación ante el despliegue apabullante de su formación profesional: aviones, helicópteros, drones y unas instalaciones de lujo diseñadas para que el alumnado flote. Este despliegue no eclipsó el importante detalle, repetido varias veces, de que no hay prejuicios a la hora de elegir entre universidad o formación profesional, ya que lo que se persigue es la máxima cualificación en ambos escenarios. Igualito que en nuestro país, oiga.

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CUSTODIA COMPARTIDA (Xabier Legrand, 2017, estreno abril 2018)

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Custodia compartida, ópera prima del guionista y director francés Xabier Legrand, que apenas ha aterrizado en nuestras pantallas, además de ser un film asfixiante y terrorífico, es puro lenguaje cinematográfico. Esto último, que parece una obviedad, no lo es tanto si uno busca y compara en el baúl de los estrenos. Si la palabra lo es todo en la buena literatura, ¿qué otra cosa es el cine sino imagen y sonido a disposición de una historia? Por supuesto que algo tendrán también que decir los diálogos, pero es en el sabio empleo de la imagen y el sonido donde destaca el oficio del cineasta. Ver Custodia compartida me recordó de qué va esto del cine, y me da esperanzas saber que todavía se ruedan películas con pretensiones artísticas, y no meramente comerciales.

Xabier Legrand echa a andar su propuesta con una escena propia de la tradición de películas de jueces y abogados. Miriam (Léa Drucker) y Antoine Besson (Denis Ménochet) se han divorciado y los vemos sentados frente a la jueza que dirimirá si su hijo de once años, Julien (Thomas Gioria), que ha expresado su voluntad de continuar viviendo con su madre, deberá ser “compartido” también con su padre, decisión que finalmente toma. Continúa así el calvario (cuyo inicio el espectador debe situar algún tiempo antes a partir del desarrollo de la trama), no sólo para el niño, sino también para la madre.

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