Himnos y banderas, a la derecha, por favor

forges

«Arma de distracción masiva». Veo la genial frase cada día al llevar a mi hijo al colegio. Es un grafiti sobre una pared. La frase se encuentra enmarcada por un rectángulo coronado por una antena, en clara alusión al televisor. Genial, sí, pero algo desfasada. Hoy en día, la distracción masiva no nos cae sólo desde las ondas catódicas, sino que nos bombardean desde todos los medios. La última explosión la ha perpetrado una celebrity patria al ponerle letra al himno nacional. Tranquilidad: no voy a escribir de eso. Ya se ha derramado mucha, demasiada tinta, sobre tan insigne asunto. Sí quisiera enmarcar, como el rectángulo del grafiti a la frase, esta última tontería en un contexto mucho menos simple y bastante más amenazador y siniestro.

Se quejaba, con más razón que un santo, y mira que me duele tener que darle la razón a los santos, el periodista y director del diario Infolibre, en un reciente artículo, sobre el creciente espacio que dedican la radio y televisión públicas a asuntos como los sucesos, con la que está cayendo. Después, diversos comentaristas se sumaban a la indignación del periodista al incluir, entre los temas preferidos de nuestra muy mucha española RTVE, la predicción del tiempo y, cómo no, los deportes, en especial, el fútbol. Si sumamos toda esa cantidad de tiempo, obtendremos minutazos enteros y eternos sobre asuntos de vital importancia para la ciudadanía. El arma de distracción masiva está más que tendida y cada día son muchas las moscas que atrapa. Por fortuna, también son muchas las que logran escapar y ahí siguen, volando libres, dispuestas a tocarles los… al poder político y económico. En un espacio cada vez más alérgico al oxígeno, todavía respiran el pensamiento crítico, la ironía y hasta el derecho al pataleo.

Aplaude el arco azul y naranja de nuestro Parlamento la gracia de la diva rubia. ¿Cómo no iba a hacerlo? Hay que apoyar cuanta cortina de humo se arroje sobre el drama social que se vive en nuestro desmadejado país. Cuentan con la inestimable ayuda de un aparato mediático agradecido que amplifica sus intereses a la par que minimiza las turbulencias. Que se hable del himno. Que ondeen las banderas muy mucho españolas en los balcones. Mientras esas banderas ondean,y suena atronador el himno, no oímos las protestas de miles de pensionistas que, hartos de ser ninguneados por todas las administraciones, han decidido organizarse y plantarse en la calle para exigir, nada más y nada menos, que unas pensiones dignas. ¡Qué disparate! ¡Qué falta de sentido común! Pero si ya ha dicho M. Rajoy, baluarte del sentido común, que sus pensiones no son de las más bajas que otorga el Estado. ¿Qué más quieren?

Que se escuche el himno en todo el orbe. A ver si se enteran en el Parlamento Europeo, en el New York Times y en los cuarteles de Amnistía Internacional, de que eso de que las amenazas a la libertad de expresión en España han alcanzado cotas impensables y peligrosas para un país que se define democrático. ¿Acaso no escuchan al ministro Zoido cuando anuncia que la libertad de expresión está más que garantizada? Tan garantizada está que se matan tres pájaros de un tiro: se encarcela a otro rapero, se secuestra un libro y se ordena retirar dos fotografías de una exposición. Todo en un tiempo récord. Para anonadar al personal. Lástima que la exposición no fuera otra que Arco, apenas conocida más allá de nuestras fronteras. Ifema se ha apresurado a lamentar su decisión. Muy bien. Se han disculpado, pero, ¿ya está? Nos llega el arrepentimiento, pero no vemos la penitencia. ¿No hay forma de dar marcha atrás y devolver esos cuadros? ¿Se trata de una decisión esculpida en piedra, como «nuestra» Constitución? En realidad, lo han hecho por nuestro bien: para que no tengamos que andar pensando si los retratados son o no presos políticos (para decidirlo ya están nuestros jueces); para que no se remuevan las aguas de «unos tiempos que ya pasaron», con personajes que «ya no están en el partido» y, además, «ya han sido juzgados», aunque la intención del escritor de la obra confiscada por orden de una justicia independiente no fuera otra que la de retratar una época desde la documentación y el rigor (esto último sancionado por el propio M. Rajoy), aunque, de paso, y por qué no, vitamine nuestra memoria histórica, que no levanta cabeza de lo pachucha que está siempre y, de paso también, apele a nuestro pensamiento crítico y cívico, a esas moscas cojoneras que siguen pululando, al vincular esos oscuros tiempos pasados con cierta, presunta oscuridad presente; para que los jóvenes que escuchan cierto estilo de música, no digan palabrotas, que son tan feas. Todo por el bien común.

Suena el himno de la Sánchez y ondean las banderas bicolores en los balcones, mientras el ministro de Educación señala, ¡alguien tenía que hacerlo!, al verdadero responsable de los continuos desaguisados que han ido debilitando nuestra enseñanza pública: el profesorado. De la chistera se ha sacado el buen hombre el truco de un MIR para profesores y así, de un golpe de efecto, como el triple asalto simultáneo a la música, el arte y la literatura que comentaba más arriba, acabar con las lacras de un colectivo indolente y privilegiado. Más formación. Ésa es la clave. No los fondos. No los recortes presupuestarios destinados al mantenimiento de la enseñanza pública. ¿Algún problema con los fondos? Así pues, profesores de España, continúen formándose, ad infinitum, aunque se desprecie su labor, aunque las remuneraciones que perciban sigan congeladas, atrapadas en otros tiempos que ya pasaron, con unos personajes que ya han sido juzgados… ah, no, perdón, que se me va la pinza y me salgo del tema. Es que es difícil no perder el hilo, complicado mantener la atención, con ese himno que no deja de sonar, y esas banderas que no paran de ondear, y que si el invierno ha sido el más crudo desde 1969, y que si el Madrid o el Barça… Estoy de acuerdo con la sugerencia que ya han adelantado algunos periodistas de aplicar un MIR para políticos. Desde los más altos cargos ministeriales hasta los más humildes concejales de pueblo. Si nos ponemos a sacar cuentas, igual va a resultar que el déficit en formación cae de ese lado, y no del de los docentes. Igual. Tómeselo, señor Ministro, como un experimento. A ver qué sale…

Suena el chunda chunda; los «mondongos» del Bigotes se desparraman por la sala donde presta declaración; cantan los tenores desde Valencia y el tsunami se acerca a Madrid; a Espe, pobrecita, no le llega para querellarse contra tanta infamia; la caja B es ya un cajón insondable; asciende la naranja mecánica en las encuestas con la promesa de un futuro mejor, lejos de la influencia del perverso Ibex 35… Y en éstas estamos cuando se nos cae Forges. Se bajó en la próxima. Habrá pensado que ya ha hecho todo lo que ha podido. Cincuenta años retratando la miseria española, la de dentro y la de fuera. Y no cambiamos.

Se nos va muriendo el humor, de tanto usarlo. La crítica saludable está en la UVI. El Estado del Malestar es un nubarrón perpetuo sobre nuestras cabezas. Por suerte, no está todo perdido. Tenemos al ministro Zoido. Y las viñetas de Forges. Y a las moscas cojoneras.