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Odas a la mujer X (I)

Esa parte de tu anatomía,

parte de guerra,

parte del útero para, insumisa,

levantarse en armas contra

el desfallecimiento.

Esa parte de tu anatomía

sentencia a muerte

a la muerte.

Esa parte de tu anatomía

es un golpe de estado contra

la burocracia de los lunes.

Irreversible

el orden que has promulgado.

¡Tiembla, indiferencia!

Lázaro

Soy un tipo con suerte. Me fue dado escuchar el verbo ágil, suelto, chisporroteante, a menudo irónico de la mujer de sábado. Tuve el privilegio de conocerla en septiembres de cabeza alta, sin insomnios, días felices de glúteos ceñidos, orgullo del busto realzado por jerséis negros de cuello alto, de cuello de tortuga, como los describió Fuentes, de melenas plisadas, de vestidos de asillas, corpiños, repletos de sicodelias. Un lunes marrón llegó la monja. Estuve presente cuando la envolvió en su capa negra; no intervine mientras la estrujaba, anaconda, anaconda, merceditas negras de charol, jerséis negros de oscuridad, chaquetas de sepultura, chaquetas de fuerza, no bebas, no fumes, hasta que la muerte nos separe, la espalda recta, niña (ahí te rebelaste: vértebra a vértebra la fuiste encorvando; hallaste alivio en los suelos). Desde entonces, vigilo: no quiero perderme la noche en que la voz le susurre al oído, Lázaro, Lázaro, levántate, ya no estás muerta.    

TODAS DIRECCIONES

Es muy probable que nunca lleguemos a conocer los verdaderos motivos que impulsaron a M. R. –varón de treinta y cuatro años, natural de A Coruña y camionero de profesión– a abandonar la A68 dirección Zaragoza a la altura de Colmenar Viejo para incorporarse a la A69 y tomar la salida hacia Todas Direcciones. Sí trascendió que, tras recorrer cuatro kilómetros, M. R. volvió a tomar la primera salida hacia Todas Direcciones. Dos días después, se localiza el camión en una de las estaciones de servicio en la salida a Ponferrada. A partir de ahí, se le pierde la pista. Me encargaron la investigación del asunto cuando éste cobró relevancia en los medios. Me entrevisté con familiares de los que obtuve abundante información pero, sobre todo, fotografías del desaparecido. Sin embargo, la investigación encallaba una y otra vez: a M. R. parecía habérselo tragado la tierra.

Hasta ayer.

En mi habitual paseo vespertino por la Calle Mayor, reparé en uno de los mimos que se ganan la vida por la zona. Me quedé helado: era M. R. No cabía la menor duda: era varón, tenía treinta y cuatro años, natural de A Coruña y había sido camionero en una vida anterior. Aún así, debía cerciorarme. Eché un vistazo a las fotografías que llevaba siempre conmigo. A pesar del abundante maquillaje, su parecido con el tipo de mis fotografías resultaba asombroso. Un escalofrío recorrió mi espalda. Todavía presa de la conmoción, agarré el móvil y me dispuse a hacer llamadas: a la redacción; a su mujer… Al escuchar el primer “¿sí?”, se activó mi estado de alarma. ¿Qué estaba haciendo? La voz repetía “¿sí?”, “¿diga?”, “¿oiga?” hasta que corté. Ajeno por completo a mi agitación, M. R. se esforzaba por escapar de una prisión imaginaria, se quedaba inmóvil con cara de susto, hacía reír a una niña entre morisquetas y flores que aparecían de las orejas. Guardé el móvil y emprendí el camino de vuelta a casa en un silencio total que ahora rompo para escribirte esto.

HABIT ROUGE

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No hace mucho tiempo vivió un abogado, de los de barriga en ristre y canas onduladas que se aplastaba hacia atrás con Eau de Parfum Habit Rouge, que era muy cotizado en la región por tener fama de no haber perdido un caso. Un domingo, harto de ser el aguafiestas de la semana, el yo de ese día presentó una enmienda a la totalidad contra el régimen instaurado por los otros días hacía más de treinta años. Consiguió el respaldo del yo de los lunes, que insistió en que había que presentar una querella o nada. La noticia del golpe de Estado no sentó nada bien en el palacio de los días laborables. Tras arduas deliberaciones, se aprobó la propuesta del yo de los martes: poner a disposición del partido el arsenal de armas químicas y biológicas. Las batallas, encarnizadas y sangrientas, faltaría más, se sucedieron hasta el domingo siguiente, fecha en que los sublevados presentaron la rendición incondicional. Como el abogado tenía la costumbre de vivir solo, no fue hasta el viernes que la empleada de hogar encontró el pesado cuerpo tendido en el aseo de la planta baja, la pesada cabeza sepultada por el amasijo de canas teñidas de rojo que serpenteaban, que serpenteaban.

 

TOMA DE POSESIÓN

Finalizada la contienda, llegó el armisticio. A partir de ahora, y siguiendo los términos de la rendición, el yo de los martes tomaría posesión de los lunes. A pesar de que ningún yo externo se atrevería a sacar el asunto, al menos, en público, por incumbir directamente al jefazo, era preciso atajar los rumores, gestos, miradas y actitudes antes de que se produjeran. Tan pronto se incorporó al despacho el lunes, el yo de los martes tomó la palabra para explicar que se encontraba bien, gracias, que tan sólo se había tomado una semana de descanso, pero que había vuelto con las pilas bien cargadas. Por desgracia, el cuerpo que se sentaba frente al ordenador y comprobaba la agenda seguía siendo el de los lunes. Desastres de la guerra.

(IN / RE) SURRECCIÓN

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Muchas fueron las consecuencias que para la población tuvo el decreto de estado de alarma, pero pocas tan incisivas y revolucionarias como el abandono total de la inconsciencia con la que se había vivido hasta entonces.

Por culpa de aquel gobierno, nos alarmamos tan radicalmente, que nadie, salvo los hipócritas de siempre, se sorprendió cuando se alcanzó el siguiente paso: la lógica insurrección. Ésta tomó primero la forma de altercados callejeros (la habitual quema de contenedores que habían dejado de contener y permitían que bolsas de basura gigantescas colonizaran las calles; lanzamiento de cócteles Molotov contra las fuerzas del desorden…) hasta desembocar en manifestaciones ilícitas de cientos de miles de ciudadanos indignados, pero pacíficos. Se aplicaron con contundencia las fuerzas del desorden y nuevas medidas cautelares que, si bien no apagaron la insurrección por completo, sí doblegaron la pandemia que tan radicalmente nos había desalojado de la comodidad de nuestros sillones. Continuar leyendo «(IN / RE) SURRECCIÓN»

CUANDO SEA MAYOR

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CUANDO SEA MAYOR

 

Cuando sea mayor, pensó el hombre, quiero ser como el señor que tengo enfrente: leeré ebooks de letras muy grandes; vestiré su misma cazadora deportiva sin mangas; tendré idéntico reposo en la mirada; calzaré botas de caminar como las que lleva ahora, como las que lleva siempre. Me doy cuenta de que aún guardan el polvo de la última ruta. Botas de caminar que han andado mucho. De verdad.

 

PRIVILEGIO

 

La mujer se detiene para observar el fenómeno: la luz del sol y la sombra algo achaparrada de una palmera se unen, se separan, se ceden el turno, compiten por la conquista del lienzo entero que les tiende una enorme fachada. Imagina, quiere pensar la mujer, que sólo ella lo percibe. Privilegio de clase, bendición de la entidad bancaria, magia reservada a los que se han ganado el cielo económico en estos tiempos de precariedad y fake news.

CRÓNICAS DE LA MUJER VOLADORA. 2

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DEPREDADORES

 

“¿DE QUÉ ME HA SERVIDO PODER VOLAR? DE MUY POCO.” La artista nos recibe en su impresionante chalé de Las Rozas para concedernos su entrevista más personal.

 

María Iturbe: “No entiendo a qué viene tanto revuelo. Siempre ha habido acoso. Lo sufrí al comienzo de mi carrera, como otras compañeras de profesión. Si querías tener éxito, debías pasar antes por la cama.” La artista se sincera en su entrevista más personal.

 

 ESTREMECEDORAS DECLARACIONES DE MARÍA ITURBE: “Fui violada a los quince años por un productor musical cuyo nombre jamás revelaré.”

La artista, aquejada últimamente de problemas de salud, nos recibe en su acogedor piso de Majadahonda y nos ofrece su lado más personal.

 

“Ya no me río cada vez que me preguntan que por qué no escapaba volando. No tengo tiempo ni paciencia para los tontos,” declara con su habitual sorna la artista sevillana, que se recupera de una delicada operación de garganta a la que fue sometida el pasado 12 de julio tras ingresar de urgencia en La Clínica Monte Fonte de la capital.

 

María Iturbe: “Lo más asqueroso que me ha pasado fue cuando me pidieron que echara a volar y les cagara y meara encima. Me llegaron a ofrecer una fortuna. Gente muy, muy importante. Me negué, por supuesto.” La artista sevillana nos recibe en su piso de Barcelona donde nos asombra con su lado más desconocido. “Les dije que si querían mierda de pájaro, que se fueran al Retiro,” nos cuenta con su habitual desparpajo.

 

María Iturbe en EXCLUSIVA para ¡MOLA!: “Llegué a temer por mi vida.”

La artista “se abre en canal” en su entrevista más esperada.

“Recibía llamadas telefónicas de madrugada. Al contestar, colgaban. Así durante meses. Tuve que cambiar de número. También me mandaban ramos de rosas. Sin tarjeta. Salvo una vez. Habían recortado letras y palabras de revistas, como hacen en las películas. “Vuela para mí,” decía. Agobiante. Tremendo. Llegó un momento en que temí por mi vida. Por suerte, poco después de la denuncia, se acabó todo. Nunca supe quién o quiénes estaban detrás.” La artista nos abre las puertas de su lujosa residencia en Palma. Presenta un aspecto inmejorable tras ser sometida, meses atrás, a una delicada operación de estómago. Madre de dos hijas, disfruta de una vida tranquila en compañía de su familia y, sobre todo, de Diego, su primer nieto, del que afirma que es “mi ojito derecho.”

“Haber nacido con este don ha sido mi condena. He tenido que pagar un precio muy alto,” declara. “Lloraba cada noche y le pedía a Dios que me lo quitara, que me dejara ser una mujer normal, pero no me hizo mucho caso. Ni entonces ni ahora. Debe estar muy ocupado allá arriba,” sentencia.

SPASIVA

 

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Has envejecido pronto, piensa él. Yo me conservo mejor, dentro de lo que cabe. Ella lo aguanta porque, ¿qué es el amor a partir de los cincuenta sino sentirse a gusto con la presencia del otro y echarlo de menos cuando no está? ¡Qué gran definición! ¿Cómo no se le había ocurrido? Tuvo que tragarse aquella previsible y monótona conversación telefónica de sábado con la vidente, doy fechas exactas, sin preguntas, sin sonsacar, joven y atractiva en la foto, septuagenaria en la voz, la vidente de los famosos de Puerto Banús, hasta que le oyó a la voz cascada pronunciar la gran definición definitiva, y entonces valió la pena, y el dinero, y el ridículo. El amor a partir de los cincuenta es… La frase la acompaña desde entonces, pero no la suelta a la menor ocasión, sino cuando la ocasión lo merece.

Él está de suerte: tocando la trompeta, se acerca un excluido por el sistema disfrazado de Papa Noel. Grotesco y patético, de acuerdo, pero distinto: sabe tocar un instrumento y no uno cualquiera, no la guitarra de siempre. Y no la toca mal. Este hecho le hace ganar puntos. Le granjea cierta simpatía. Ya tiene con qué distraerse hasta que ella termine su plato, todos los platos, deja de comer o a ver si revientas. Ella no deja de comer. No sé qué tiene de particular. Otro mendigo más. Lo miras para hacerte el interesante. Soy burgués, pero aún me queda algo de sensibilidad. Todavía te haces el interesante conmigo. ¡Después de tantos años! Colocas ese gesto, te pones esa mirada, esa forma de apoyar la barbilla sobre tus manos cruzadas… ¿Le habría prestado atención si no estuviera con ella? Posiblemente, no. Ella come y lo mira mientras él observa al distinguido mono de feria.

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